-"El anciano vive a la orilla del camino a pocos pasos adelante, él sabe, él ve..."- dijo el gato.
Siguieron la marcha hasta que hallaron al anciano sentado a la vera de la carretera, contemplando sonriente a los campesinos que pasaban por allí con sus mercancías a vender en el mercado del pueblo. Algunos le regalaban verduras, huevos o un trozo de pan y él en agradecimiento les obsequiaba con un consejo o una palabra de aliento.
-"Buenos días abuelo".- saludó el hombre, mientras el perro se acercó al viejo y se echó a sus pies.
-"Buenos días anciano, traje a un hombre para que lo vieras".- dijo el gato.
-"Buenos días a todos". - contestó el viejo -"Puedo sentir que vienen de lejos, parecen cansados, tomen asiento aquí bajo el sauce y refrésquense, coman algo, sírvanse lo que deseen, beban un sorbo de agua... reposen un momento..."
-"Gracias".- contestaron los viajeros al unísono.
Descansaron, comieron y conversaron cosas al azar, de cómo había sido su viaje, pequeños detalles de éste y varias otras cortesías. De pronto, el viejo miró al hombre fijamente a través de sus ojos muertos y dijo:
-"Veo en tus ojos una pregunta, algo importante, vital..."
-"Busco una montaña, a un anciano".- dijo el hombre.
-"Hay muchas montañas, muchos ancianos".- contestó el viejo
-"Es una montaña y un anciano en un sueño... una mujer, un secreto..."- contestó el hombre.
El viejo hizo aún más penetrante su mirada, tanto que hizo temblar al hombre; luego volvió su rostro hacia donde sale el Sol, suspiró profundamente y como para sí dijo muy lentamente:
-"Cuando yo era joven busqué una montaña, aquella de tu sueño, en donde moran los inmortales, donde se guarda el secreto... también vine de lejos, sufrí un accidente, quedé ciego y baldado, hasta aquí llegó mi viaje".- y luego agregó: -"Esa montaña existe... tuve un compañero, mucho mayor que yo, él era un hombre cuando yo sólo un niño... continuó el viaje, llegó hasta ella...
Algunos años más tarde supe de él, me envió su aprecio y una tarea, un trabajo: debería esperar, esperar a los caminantes, a los que siguieran un sueño, esa sería mi meta... Me dio una llave, la que se lleva en la mente, debe crearse en ésta; con ella y sólo con ella puede accederse a la senda que lleva a la montaña sin perder el rumbo...
"Recuérdate-a-ti-mismo" en todo momento y lugar, en medio del peligro no olvides quién eres, nada podrá dañarte cuando así lo hagas, "yo-soy" es la llave, es muy simple; sin embargo, el camino está lleno de los huesos de los que no la tenían o la olvidaron..."
Luego, miró fijamente al gato y le dijo:
-"¡Ayúdalo, guíalo!... muéstrale el camino en el bosque..."
-"Sí anciano, tú ordenas, yo obedezco".- contestó humildemente el gato.
Y entonces el anciano agregó hablando muy despacito:
"Estoy cansado, tengo demasiados años, debo marcharme, déjenme solo... váyanse y lleven mis bendiciones".- y luego dirigiéndose al hombre dijo: -"Cumple tú mi propio sueño, alcanza a la montaña, quizá ya no quede nadie en ella, apresúrate..."
Muy lentamente reclinó la cabeza sobre el pecho, una suave sonrisa iluminó su rostro y dando un suspiro, quedó muy quieto, contemplando su amado Sol que caía tras el horizonte...
Cuando volvieron a despedirse al amanecer, el anciano ya no estaba, había ido muy lejos, sólo su cuerpo sin vida, como una pequeña flor marchita permanecía junto al sauce...
Siguieron la marcha hasta que hallaron al anciano sentado a la vera de la carretera, contemplando sonriente a los campesinos que pasaban por allí con sus mercancías a vender en el mercado del pueblo. Algunos le regalaban verduras, huevos o un trozo de pan y él en agradecimiento les obsequiaba con un consejo o una palabra de aliento.
-"Buenos días abuelo".- saludó el hombre, mientras el perro se acercó al viejo y se echó a sus pies.
-"Buenos días anciano, traje a un hombre para que lo vieras".- dijo el gato.
-"Buenos días a todos". - contestó el viejo -"Puedo sentir que vienen de lejos, parecen cansados, tomen asiento aquí bajo el sauce y refrésquense, coman algo, sírvanse lo que deseen, beban un sorbo de agua... reposen un momento..."
-"Gracias".- contestaron los viajeros al unísono.
Descansaron, comieron y conversaron cosas al azar, de cómo había sido su viaje, pequeños detalles de éste y varias otras cortesías. De pronto, el viejo miró al hombre fijamente a través de sus ojos muertos y dijo:
-"Veo en tus ojos una pregunta, algo importante, vital..."
-"Busco una montaña, a un anciano".- dijo el hombre.
-"Hay muchas montañas, muchos ancianos".- contestó el viejo
-"Es una montaña y un anciano en un sueño... una mujer, un secreto..."- contestó el hombre.
El viejo hizo aún más penetrante su mirada, tanto que hizo temblar al hombre; luego volvió su rostro hacia donde sale el Sol, suspiró profundamente y como para sí dijo muy lentamente:
-"Cuando yo era joven busqué una montaña, aquella de tu sueño, en donde moran los inmortales, donde se guarda el secreto... también vine de lejos, sufrí un accidente, quedé ciego y baldado, hasta aquí llegó mi viaje".- y luego agregó: -"Esa montaña existe... tuve un compañero, mucho mayor que yo, él era un hombre cuando yo sólo un niño... continuó el viaje, llegó hasta ella...
Algunos años más tarde supe de él, me envió su aprecio y una tarea, un trabajo: debería esperar, esperar a los caminantes, a los que siguieran un sueño, esa sería mi meta... Me dio una llave, la que se lleva en la mente, debe crearse en ésta; con ella y sólo con ella puede accederse a la senda que lleva a la montaña sin perder el rumbo...
"Recuérdate-a-ti-mismo" en todo momento y lugar, en medio del peligro no olvides quién eres, nada podrá dañarte cuando así lo hagas, "yo-soy" es la llave, es muy simple; sin embargo, el camino está lleno de los huesos de los que no la tenían o la olvidaron..."
Luego, miró fijamente al gato y le dijo:
-"¡Ayúdalo, guíalo!... muéstrale el camino en el bosque..."
-"Sí anciano, tú ordenas, yo obedezco".- contestó humildemente el gato.
Y entonces el anciano agregó hablando muy despacito:
"Estoy cansado, tengo demasiados años, debo marcharme, déjenme solo... váyanse y lleven mis bendiciones".- y luego dirigiéndose al hombre dijo: -"Cumple tú mi propio sueño, alcanza a la montaña, quizá ya no quede nadie en ella, apresúrate..."
Muy lentamente reclinó la cabeza sobre el pecho, una suave sonrisa iluminó su rostro y dando un suspiro, quedó muy quieto, contemplando su amado Sol que caía tras el horizonte...
Cuando volvieron a despedirse al amanecer, el anciano ya no estaba, había ido muy lejos, sólo su cuerpo sin vida, como una pequeña flor marchita permanecía junto al sauce...